EL PUENTE IMAGINARIO

El puente imaginario,

Camino. Las ocho de la noche. Al pasar el autobús grito su nombre, sólo los árboles me escuchan. Continuo caminando y en mi camino las farolas me estrechan de la mano; amigas de un paseo imaginario. Y el olor de un jazmín medio dormido despierta el aroma de las palabras, y con ellas aparece su voz y algún recuerdo. Al cruzar el puente, la noche sale a mi encuentro, y juntas continuamos el camino. Semáforo rojo. Nos detenemos. Semáforo verde. Cruzamos la calle. Me despido de la noche y continúo mi camino en solitario. Y en esa despedida comprendo que lo pasado aunque nos pase, nos continúa acompañando, quizás desde el silencio o a través de la palabra, o con la imaginación o proyectándose en un sueño. Siento frío y me refugio en mi abrigo. Oigo el pitido de un claxon y me giro esperando encontrarme con su mirada. Grata ilusión la compañía de los afectos, magos capaces de alterar nuestros sentidos.