Calcatta


El sábado hice el ridículo más grande mi vida. Estuve en Calcatta y...
¿Por qué?
¿Por qué qué?
¿Por qué fuiste a Calcatta?
Era el cumpleaños de un amigo y, mira, quería ir.
¿Y qué?
¿Cómo que y qué?
Pues que eso no es excusa.

Silenci.

Bueno. Estaba hasta el culo y salí a fumar un cigarro. Entonces se me acercaron dos tíos y me preguntaron —i la meua amiga posa veu d'una barreja entre tartamut i borratxo— “Qué-qué-qué tal es-es-es-esta dis-disco”.

Silenci.

¿Tan mal iban para hablar así?
Eso pensaba yo, aunque no lo parecía. Total, que les dije lo que ya sabemos: que el sitio está guay pero que la música es una puta mierda.
Exacto.
Y ellos me contestaron: “Es-es-es igual. So-so-somos sordos”.

Silenci.

¿Eran sordos de verdad?
Sí, tío, eran sordos. Me quise morir.

Silenci.

Tía, te pasas.