— ¡Otro mensaje del guapo!
— Vaya, ¿Y qué dice?
— Que también está de visita en Nueva York.
— Ajá...
— ¡Y que vive en España!
— No jodas.
— Espera.
— Espero.
(...)
— Es francés. Vive en Málaga.
— Vaya mezcla... ¿Y tú qué le estás escribiendo?
— Nada, cosas tuyas...
— Genial... Dame el móvil.
— No. Estoy jugando yo.
(...)
— Toma, tu móvil...
— ¿Qué pasa? ¿Qué has hecho?
— Nada, que está diciendo guarradas, y ahora me da palo.
— Pues vaya... Trae aquí.
— Vale, pero manténme informada, que te lo he conseguido yo.
(...)
— Se aloja en el Hilton...
— ¡Qué bien!
— ... con su madre.
— ¡Qué mal!
(...)
— ¿Ahora qué dice?
— Estamos valorando la posibilidad de quedar.
— Pero si está con su madre...
— Ya.
— ¿Entonces?
Silenci.
— Oye, ¿Y dónde vais a quedar?
Silenci.
— No estarás pensando...
Silenci.
— ¿Vais a quedar aquí?
— Sí, claro. Es aquí o en los baños del Hilton.
Al remat vam quedar a l'apartament i ho vam fer al sofà mentre N. i J. provaven a dormir a l'habitació. En acabar, i fumant, vam encetar una conversa lleugera.
— ¿Y cuándo te vuelves?
— Mañana.
— Yo también. ¿Voláis directos a Málaga?
— No, qué va. Hacemos escala en París.
— ¿Voláis con Air France?
— Sí.
— ¿A qué hora sale vuestro vuelo?
— A las siete.
— No me jodas...
— ¿Tenemos el mismo vuelo, verdad?
— Sí, así que mañana puedes presentarme a tu madre.